ROMERIA DE FEVOR QUE NO DEFRAUDÓ IDEAL.ES
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La lluvia amenazó, pero respetó en parte la jornada y decenas de jienenses disfrutaron y vivieron con emoción el día de Santa Catalina
Entre tanto local llaman la atención. Son una pareja de
amigas de Erasmus en Jaén que acuden por primera vez en su vida a una
romería, a una procesión y a una misa. «Es interesante y curioso, nos
llama la atención por que no tiene nada que ver con nuestra cultura».
Aprovecharon el día para visitar el Castillo de Santa Catalina, desde
cuyas almenas miraban anonadadas la llegada de la hermandad.
La romería de ayer se produjo en un contexto de incertidumbre. «Antonio se va a arrepentir de no haber venido. El de arriba nos va a ayudar hoy y no va a llover». «No te creas, la nube esa trae agua para esta tarde seguro». Diálogo escuchado en uno de los autobuses -gratuitos y no demasiado abarrotados- que subieron ayer hasta la romería de Santa Catalina.
Y es que el gran tema de conversación, que de paso mantuvo
en vilo a los que disfrutaron del día festivo en el más famoso castillo
del Santo Reino, fue la previsión meteorológica. «Justo a las 10:00 de
la mañana, cuando iba a salir la procesión, ha comenzado a llover. La
gente se ha echado para atrás y es de los años en los que veo menos
gente, porque otras veces llueve pero como ya les pilla aquí, se
quedan», destacó José Fernández, que lleva acudiendo a la romería desde
que tiene «uso de razón».
Otros achacaban la disminución de los asistentes a las fechas, ya que al ser viernes festivo muchos aprovecharon para irse de puente. Los que se quedaron subieron preparados. Abrigos, paraguas y calzado cómodo. «Subimos en autobús pero luego bajamos andando, que tenemos que quemar el chorizo que nos vamos a comer», bromeaba un grupo de amigas. Otras decidieron lucir sus mejores galas y calzarse unos tacones, aunque por su bien se decantaron por el autobús a la vuelta.
Mientras, la Cofradía de Santa Catalina volvió, como en los dos últimos años, a meterse en la ciudad por la Carrera de Jesús y el barrio de El Almendral, acercando a la Santa y Mártir a los jienenses, acompañada de la orquesta de música. Paró a mitad de trayecto para realizar una ofrenda floral a una hornacina, retrasándose en su llegada al castillo. Estaba prevista sobre las 12:15 horas, pero se produjo en torno a las 13:45.
La veintena de costaleros que auparon a la Santa sufrió especialmente en los últimos minutos, ya que la pronunciada pendiente y el cansancio acumulado comenzó a causar estragos en ellos. «¡Viva Santa Catalina!», repitieron los fieles al tiempo que animaban a los costaleros a dar el último empujón. Olor a incienso, móviles tratando de congelar cada imagen, emoción, devoción. Un pellizco de la Semana Santa que volvió por unas horas ayer a Jaén.
Aunque ciertamente, bastantes asistentes se quedaron en el camino y no llegaron a la misa. Porque además de ser un evento religioso, no deja de ser un día de celebración entre amigos y familia. Y de comer sardinas, beber cerveza y degustar el peculiar palodul -la raíz del regaliz que se toma como un chupachups-, desconocido en muchos casos para las nuevas generaciones.
«Vienen, comen, beben... disfrutan de la vida, que son dos días», decía entre risas Antonio Orza, dueño de un puesto de venta de chucherías y frutos secos. Las sardinas volvieron a ser las protagonistas de la jornada. Nunca defraudan. Tampoco el chorizo, la paella, las papas a lo pobre o la morcilla, presentes en las distintas mesas entorno a las que se agruparon los grupos de colegas.
«Veníamos bien preparados porque creíamos que haría muchísimo frío, pero tampoco ha sido para tanto. Mientras no corra mucho aire podremos estar aquí, el problema viene cuando se junta la lluvia y el viento y ya no sirven ni los paraguas», destacó Rosario García, una de las jienenses que no se pierde esta fiesta «por nada del mundo».
Una romería de incertidumbre, de devoción, de costumbres y de pasar un buen rato entre amigos. En definitiva, una romería que no defrauda.
La romería de ayer se produjo en un contexto de incertidumbre. «Antonio se va a arrepentir de no haber venido. El de arriba nos va a ayudar hoy y no va a llover». «No te creas, la nube esa trae agua para esta tarde seguro». Diálogo escuchado en uno de los autobuses -gratuitos y no demasiado abarrotados- que subieron ayer hasta la romería de Santa Catalina.
Otros achacaban la disminución de los asistentes a las fechas, ya que al ser viernes festivo muchos aprovecharon para irse de puente. Los que se quedaron subieron preparados. Abrigos, paraguas y calzado cómodo. «Subimos en autobús pero luego bajamos andando, que tenemos que quemar el chorizo que nos vamos a comer», bromeaba un grupo de amigas. Otras decidieron lucir sus mejores galas y calzarse unos tacones, aunque por su bien se decantaron por el autobús a la vuelta.
Mientras, la Cofradía de Santa Catalina volvió, como en los dos últimos años, a meterse en la ciudad por la Carrera de Jesús y el barrio de El Almendral, acercando a la Santa y Mártir a los jienenses, acompañada de la orquesta de música. Paró a mitad de trayecto para realizar una ofrenda floral a una hornacina, retrasándose en su llegada al castillo. Estaba prevista sobre las 12:15 horas, pero se produjo en torno a las 13:45.
La veintena de costaleros que auparon a la Santa sufrió especialmente en los últimos minutos, ya que la pronunciada pendiente y el cansancio acumulado comenzó a causar estragos en ellos. «¡Viva Santa Catalina!», repitieron los fieles al tiempo que animaban a los costaleros a dar el último empujón. Olor a incienso, móviles tratando de congelar cada imagen, emoción, devoción. Un pellizco de la Semana Santa que volvió por unas horas ayer a Jaén.
Llovizna intermitente
Una vez en el castillo, dio comienzo la misa, con la
presencia, entre otros, del alcalde de Jaén, Javier Márquez, y de la
teniente de alcalde y concejala de Asuntos Sociales e Igualdad, Reyes
Chamorro. La llovizna intermitente asustó, pero no llegó a ser tan
intensa como para provocar la huida de los romeros y finalmente respetó
el día festivo.Aunque ciertamente, bastantes asistentes se quedaron en el camino y no llegaron a la misa. Porque además de ser un evento religioso, no deja de ser un día de celebración entre amigos y familia. Y de comer sardinas, beber cerveza y degustar el peculiar palodul -la raíz del regaliz que se toma como un chupachups-, desconocido en muchos casos para las nuevas generaciones.
«Vienen, comen, beben... disfrutan de la vida, que son dos días», decía entre risas Antonio Orza, dueño de un puesto de venta de chucherías y frutos secos. Las sardinas volvieron a ser las protagonistas de la jornada. Nunca defraudan. Tampoco el chorizo, la paella, las papas a lo pobre o la morcilla, presentes en las distintas mesas entorno a las que se agruparon los grupos de colegas.
«Veníamos bien preparados porque creíamos que haría muchísimo frío, pero tampoco ha sido para tanto. Mientras no corra mucho aire podremos estar aquí, el problema viene cuando se junta la lluvia y el viento y ya no sirven ni los paraguas», destacó Rosario García, una de las jienenses que no se pierde esta fiesta «por nada del mundo».
Una romería de incertidumbre, de devoción, de costumbres y de pasar un buen rato entre amigos. En definitiva, una romería que no defrauda.
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