GRANADA HOY
HOMBRE GANAN A INFANTILES (4-0).
  • Un Granada noqueado desde que empieza el partido acaba goleado nuevamente en Ipurua ante un Eibar que se acerca a Europa.
  • Un penalti absurdo de Ingason a los once minutos inicia el desastre.
Volvió el Granada de los ridículos, de la inferioridad y de la falta de amor propio. El partido del viernes contra el Betis ya no servirá para poder salir de la zona de descenso. Y bien merecido que lo tiene este equipo. Comenzó la semana con la euforia del triunfo contra Las Palmas, tanta que Lucas tuvo que mandar al orden a los suyos en el primer entrenamiento. Y es que las reacciones de este plantel son muy infantiles, tanto en sus mecanismos futbolísticos como mentales. Y ayer el Eibar se encargó de mostrar el abismo que media entre los dos clubes y dos proyectos. Mientras los rojiblancos están en pañales, con jugadores en formación o novatos en la Liga, sin herencia y sin legado alguno tras la escabechina de Pozzo-Jémez-Piru, el conjunto armero mostró continuidad, un juego con memoria y una idea trasladada en el tiempo. Eran hombres ya hechos futbolísticamente contra otros cuyo nivel de cocción está más cercano al de un equipo infantil. ¿Resultado? 4-0 en otra goleada encajada en Ipurua, donde en sus dos últimos partidos allí el Granada ha recibido nueve goles.
Y pudieron ser más. Muchísimos más. Porque el Eibar estrelló un balón en el larguero de los que se falla uno cada mil, llegó con una facilidad pasmosa al área de Ochoa pese a que Lucas sacó, de nuevo, defensa de cinco, y que tiró en posiciones francas para marcar tantas veces como para haberle cascado diez a los rojiblancos. No les hizo falta jugar bonito ni nada. Un pase en diagonal bastaba para derrumbar al Granada como un castillo de naipes. Estos iban profundos justo a las espaldas de los dos carrileros, Foulquier y Cuenca, que no podían detener a Inui ni a Pedro León. Así superó el Eibar la presión y el dibujo impuesto por Lucas Alcaraz, al que no le salió el invento de colocar a Kravéts en punta junto a Adrián Ramos.
Con esa facilidad se fue el Eibar al ataque y en una de esas pelotas, León centró pasado y cuando la acción de peligro no pasaba a mayores, cuando el público pensó que había falta en ataque o fuera de juego, Mateu indicó pena máxima por agarrón de Ingason a Sergi Enrich. Riguroso, sí, pero lo era. El islandés va a partido bueno cada tres malos, que encima cuestan goles. Adrián González situó en franquía el marcador para los locales con solo once minutos de juego. Y con el viento a favor, el equipo de Mendilibar rema más fácil.
Lo pudo poner mejor Adrián González a los 19 minutos, entrando con potencia desde atrás y rematando al travesaño, y con todo a favor, un balón diagonal de Ander Capa. Poco después fue Lombán quien evitó que la goleada fuera más tempranera al tapar una buena incursión de Inui.
El Granada no estaba. Encorsetado en un equipo con defensa de cinco que si salía a presionar un poco más la perdía fácil. Enterrado el centro del campo entre la inoperancia de Uche Agbo y Andreas Pereira, y bisoño como nunca antes desde que subió al primer equipo Aly Mallé, la construcción de los de Lucas se basaba en balones aéreos a Adrián Ramos, que cuando los ganaba, abría a los lados para las incorporaciones principalmente del maliense y de Foulquier. En una de ellas, un balón al corazón del área pequeña encontró a Kravéts, pero su remate, difícil, acabó en córner cuando aún iba 1-0 la cosa.
Pero era cuestión de acierto que el Eibar sentenciara todo, y cuando faltaban seis minutos para el intervalo, Sergi Enrich mató las opciones granadinistas de haber podido reaccionar en la segunda parte. Fue en una jugada rota en la que la defensa tiró más el fuera de juego. Ochoa salvó ante Inui, pero el balón siguió vivo y tras varios rechaces y fallos de contundencia, Pedro León, el que nunca debe coger esas pelotas, metió un pase medido al balear, que estaba en línea, regateó a Ochoa y sin ángulo, casi como Ighalo en Elche, metió el segundo.
Lucas metió a Wakaso para paliar algo la sangría en la medular pero el Eibar, que está en el mejor momento de su historia, aplastó la tráquea granadina para no dejarle respirar, y en apenas cinco minutos después de la reanudación en los que el Granada no pudo hacer nada, Pedro León la puso al sitio para que un central, Ramis, rematara entre dos centrales el tercer gol. Ochoa salvó el cuarto en un disparo de Adrián y un mano a mano con Pedro León, aunque no pudo hacer nada antes del minuto veinte, cuando su defensa le dejó vendido para que el murciano pitara el final del partido con más de un cuarto por jugarse.
El Eibar no quiso hacer leña, descaradamente levantó el pie del acelerador y dejó Kravéts peleara por marcar el gol del honor. Eran los hombres dejando jugar a los niños. Una involución más de un Granada que, fuera de casa, está lejos de aspirar a la salvación.

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